Mi mente tiene la extraña y asombrosa capacidad de absorber
todo lo que la rodea. No presumo, es así. Supongo que es algo que muchos
entenderéis de lo que estoy hablando. Ver más allá de lo que tenemos delante,
oír más allá de lo que dicen las palabras y sobre todo sentir más, mucho más,
que lo que el corazón es capaz de soportar. Lo bueno de esto es que absorbes
colores que no encuentras en una paleta de pintar. Lo bueno de esto es que quizás
escuches sonidos que otros no son capaces, pero como todo en esta vida no puede
haber luz sin oscuridad y si todo esto es lo bueno ¿Qué es lo malo?
Lo malo es todo el veneno que nos rodea últimamente y que
nos puede contaminar por dentro. Somos como esponjas y como esponjas absorbemos
y si es veneno lo que nos rodea, por mucho que queramos evitarlo, veneno
tragaremos. El veneno nos enferma, nos quita la salud y nos vuelve débiles e
indefensos. Nos corroe por dentro nos lastima y lo peor de todo hace daño a los
que nos rodean y los contagia haciendo que crezca, que se expanda.
Por suerte para todo veneno hay un antídoto. Un antídoto
sirve para contrarrestar o neutralizar sus efectos. Lo complicado es acertar
con el adecuado. Algunos lo encuentran en algún tipo de actividad que mantenga
su mente ocupada, otros en todo lo contrario, buscan el momento y el lugar
donde más relajados puedan estar y se quedan ahí hasta que los efectos del
veneno desaparecen. Hay quien decide tragarse el veneno y confiar en que podrá
combatirlo, rechazarlo, ser inmune y hay quien prefiere expulsarlo sin
importarle a quien pueda salpicar al hacerlo.
Odio el veneno, ese veneno que nos cambia sin que nos demos
cuenta desde lo más profundo de nuestras mentes y nuestros corazones. Es
peligroso, es dañino y no me gusta, pero si nunca me hubiera envenenado jamás
habría descubierto mi antídoto. Tal vez lo habría descubierto pero no me habría
dado cuenta de lo que mi mente es capaz de conseguir cada vez que le ganaba
la partida al veneno.
Porque mi antídoto es escribir.
Es algo que siempre he sabido
pero que todavía no he comprendido del todo. Escribir me calma cuando mi mente
está agitada. Escribir es lo que hace que sea como soy. Si no pudiera escribir cada vez que algo me envenena no sé si
sabría afrontarlo de la misma forma. Lo que si sé es que después de un mal día,
y aunque solo sea una frase o una línea, escribir es lo que necesito antes de
dormir.
Un texto que he sentido tan ajeno como propio, le diste al "On" de mi empatía y te hiciste portavoz de mi propia mente. Me ha gustado mucho, evidentemente.
ResponderEliminarSaludos, compañero.
Muchas gracias Edgar!!:)
EliminarMe alegra que te guste y más aun haberle dado al "On" de tu empatía.
Un saludo ;)